LA FINA TIPLECIDAD

Entendemos por tiplecidad, la cualidad del tiple en su condición de instrumento musical y en todos aquellos caracteres que tienen que ver con su condición de emblema, de anclaje a las más hondas raigambres de nuestra idiosincrasia en la zona andina colombiana.

Fabián Gallón ha vivido en estado de tiplecidad. El tiple ha sido para él un modus vivendi y un modus operandi. Desde muy niño se dio cuenta de que en su personalidad convergían de manera suma todas las condiciones para el éxito como intérprete: vocación definida, talento específico, gran capacidad de trabajo, entusiasmo sostenido y buen gusto innato. Escogió el tiple por cariño. Lo ha paladeado, ha buscado sus más íntimos entresijos, lo ha escudriñado y estudiado con aplicación y profundidad, ha deambulado por los callejones de su teoría, historia y escritura particular, al punto que hoy en día es reconocido como el tiplista más completo del momento, en su múltiple faceta de intérprete prodigioso (solista, o punteador o acompañante), o lector a primera vista, o arreglista (es autor o coautor de las versiones especializadas para el instrumento de esta colección), y como paradigma y maestro de jóvenes músicos que ven en Gallón al maestro por seguir.

Hablando de estas cualidades, opinaba el maestro Luis Fernando León, quien ha sido director en varias de las agrupaciones donde Gallón ha participado, como Nogal, Conjunto de Cuerdas y el Cuarteto Smog: “La cualidad principal de Fabián Gallón es su delicada precisión. Toca el tiple con la fina elegancia que inserta en su trabajo un joyero momposino. Y logra las mismas filigranas doradas con el hermoso sonido de su instrumento”.

El resultado de toda esa dedicación está aquí presente. Una colección de piezas tocadas en el tiple que dan cuenta de la historia y el desarrollo del instrumento, desde el “Canarios” que Gaspar Sanz compuso a finales del siglo XVII, para ser interpretado en la vihuela antecesora de nuestro instrumento nacional colombiano, hasta el bambuco “Contra las piedras” de Jorge Arbeláez, que abre el siglo veintiuno, pasando por clásicos del siglo veinte como Patria, Anita la bogotanita, Ricitos de Oro, Merceditas, Cantando al cielo, El Pereirano, Gloria Beatriz; y otras obras que tienen significados especiales, como La ruta natural, una guabina novedosa dedicada al maestro Gallón por Daniel Saboya, o Los doce, bambuco nombrado así en homenaje a los doce integrantes de la Estudiantina Colombia de la época en que Álvaro Romero dirigía la agrupación; o Surrungueos y Bambucos, obra que estrenó Gonzalo Hernández en el primer concierto de tiple solo que se dio en el Teatro Colón de Bogotá hacia 1953 y luego fue grabada por su autor en el primer disco que se hizo de tiple solo colombiano.

Hay que destacar la valiosa colaboración de los artistas de diversas procedencias, que enriquecen este trabajo: el guitarrista Jorge Arbeláez y el bandolista Carlos Augusto Guzmán, que han sido sus compañeros del Trío Ancestro; el guitarrista uruguayo Nacho González; Leopoldo Novoa, bogotano, con su marímbula; el mexicano Víctor Murillo con el “baby bass”; la bogotana Carmen Liliana Rojas con su flauta; el brasileño Flavio Lira, con su bajo eléctrico. Y finalmente, Diego Bahamón, bogotano tiplista y estandarte de las nuevas generaciones, que permiten saber que la música colombiana ha quedado en buenas manos.

Con estos complementos, el tiple adquiere categoría internacional y amplía sus dominios para llegar a otros auditorios. La tiplecidad se vuelve así una “multiplicidad”, digna de los nuevos tiempos y las nuevas sonoridades.

Así, con todos estos ingredientes que nos entrega Fabián Gallón, la palabra “tiplecidad” puede leerse también con otra connotación, que es la felicidad del tiple. El gozo que nos proporciona esta música inefable. Gracias, maestro.


DAVID PUERTA ZULUAGA
Diciembre 2016